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Anton Küng, el director del Hotel Ritz de Madrid: «Los jóvenes han perdido la voluntad y piensan a corto plazo»

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29/02/2012

A sus 58 años, Anton Küng lleva toda la vida dedicado en cuerpo y alma a los hoteles. Desde Hong Kong, pasando por Kuala Lumpur y Oriente Medio, regresó al Viejo Continente para dirigir el Grand Hotel Park, en Gstaad (Suiza) y posteriormente, el Hotel Reids Palace que la cadena The Orient Express tiene en Madeira. Desde 2003, es el director del Hotel Ritz de Madrid, además del responsable para el sur de Europa de la compañía turística.
Llegó a Asia «casado, joven y con dos maletas, y volví contratando un contenedor de 20 pies, con cinco valijas y dos hijos», y es que a lo largo de sus numerosos viajes recuerda que ha vivido «las ventajas y desventajas de los distintos lugares». Después de diez años en España, y aunque asegura que volverá a Suiza, reconoce que, «sobre todo, si has viajado mucho, valoras mucho la calidad de vida de Madrid».
Küng está pendiente de todos los detalles. Si hacen falta cojines que aporten color a la habitación, si se ve un cable escondido o dónde están las flores de una habituación. «El cliente come por los ojos», dice. Desde que llegó al hotel, asegura que «lo más difícil ha sido imponer el cambio de mentalidad del siglo XX al XXI. Una de las grandes ventajas de este hotel es la tradición –hay personal que lleva entre 20 y 30 años trabajando aquí–, y ajustar a esta gente a una mentalidad diferente ha sido un reto muy grande».
Para él, los empleados son su gran responsabilidad. «La gran diferencia de un hotel de este tipo es que tiene una química que no puedes tocar. Un buen arquitecto puede construir un hotel bonito. Pero cuando entras aquí y sientes la química, la armonía y el ambiente dice que estás en un sitio distinto». Y «los que estamos en este puesto somos conscientes de ello y de que tenemos una responsabilidad más allá de mañana. Los directores se cambian como zapatos es la moda, pero los empleados se quedan y es una responsabilidad».
Como la mayoría de los directivos, Küng asegura que, aunque en la dirección «estás solo», procura estar muy cerca del operativo.Para este suizo, nacido en Basilea, «gestionar es como jugar al golf. Mi obligación es que la bola entre en el agujero. Y si por el camino alguien quiere responsabilidad, que coja toda la que pueda digerir. De hecho, todos mis subdirectores luego han sido directores generales en cinco estrellas».
Pero otorgar mayores obligaciones supone también un acto de fe. «Necesitas tener fe en la gente. Ahora bien, a veces la confianza viene después de haberles hecho el encargo. Incluso aunque lo hayan hecho mal, sabes que habrán aprendido de ello así que confías en ellos y no castigas el error», apunta el directivo.
Pero Küng reconoce que falta gente que quiera asumir nuevos retos. «Yo empecé mi carrera como cocinero en un restaurante en Suiza. En el primer hotel que dirigí, tenía el colchón en el almacén, porque si quieres llegar aquí necesitas invertir tiempo como un buen médico. Hasta los 35 años no me interesaba el salario. Invertía en mi experiencia, porque, al fin y al cabo, como empleado, lo único que tienes es eso, tu experiencia».
Pero ahora, poca gente mantiene esta mentalidad. «Los jóvenes han perdido la voluntad. No tienen la misma intención de invertir a largo plazo. Hoy predomina el pensamiento a corto». Esta falta de voluntad por trabajar «se compensa con una mayor formación teórica y, por lo tanto, salen con altas expectativas.Pero hay que recordar que la experiencia se aprende en la vida, no en la escuela».
Küng explica que en Suiza, cuentan con una formación específica de profesionales como camarero, cocinero… «algo que falta aquí en España, donde la formación se hace más a nivel empresa». Pero mientras «los jóvenes no estén dispuestos a empezar en un rincón y tomar responsabilidades es difícil. Yo doy más responsabilidad a quien la quiera, porque como asistente del asistente no se saca nada en esta industria. Aquí, se remunera si creas negocio y gestionas dinero y gente».
Fuente| Expansión